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Reseña para La Gaceta de Dos caminos, una Redención –Hacia el diálogo teológico judeo-cristiano- de A. Yoel Ben Arye
El diálogo indispensable – Paz entre las religiones-
La publicación de este libro de A. Yoel Ben Arye es, sin duda, auspicioso, oportuno y urgente, porque afronta el desafío de promover un diálogo entre religiones y religiosos; y éste diálogo interreligioso –se ha dicho- es fundamental para conquistar la paz, pues no puede haber paz entre las naciones si no hay paz entre las religiones, y ésta no es posible sin diálogo. El autor circunscribe el diálogo a dos interlocutores –judaísmo y cristianismo- y a una perspectiva –la teológica-; desde alli desgrana trece capítulos que son otras tantas cuestiones disputadas en el diálogo teológico judeocristiano; valgan como ejemplo: la redención en el diálogo teológico judeocristiano; Verus Israel, un problema de identidad; Pablo y la tradición judía… entre otros.
El propósito del libro es promover un diálogo teológico judeocristiano, partiendo de la interpretación de la literatura sagrada, principalmente el NT –y mayoritariamente referido a referentes del catolicismo-; ejercicio de lectura bíblica hecha por un judío que está convencido de que tanto la religión judía como la cristiana son verdaderas y que ambas están orientadas a alcanzar la misma redención, aunque momentáneamente transitan sendas diferentes; de allí el título: Dos caminos, una redención.
Las tesis defendidas aquí, revelan –por una parte- un laborioso estudio de las fuentes bíblicas, con un espíritu que promueva el encuentro judeocristiano, mas –por otra parte- no ahorra aristas polémicas. Uno de esos temas espinosos, recurrentes aquí, es la confusión de lo teológico (la Tierra prometida) con lo político (el Estado de Israel). Discutiendo el Verus Israel se reclama al teólogo cristiano el “reconocimiento teológico al Estado de Israel”, asentado en la Tierra “de” Israel. En las antípodas de esta “teología política” -judía y sionista- el filósofo y teólogo judío alemán Franz Rosenzweig, creador del pensamiento dialógico (cit. en este libro en la página 50), rechaza el arraigo a la tierra para el “Pueblo Eterno”; y dice que el padre de Israel fue un emigrante; y el pueblo –el Verus Israel– se convierte en pueblo en el exilio y el destierro. No podrá haber diálogo entre las religiones (ni paz entre las naciones) si se pretende imponer una perspectiva religiosa o teológica para resolver conflictos políticos. Hay que agradecer al autor por un libro que enciende la pasión por el diálogo judeocristiano; un diálogo por la paz libre y honrosa –decía Pablo VI-.
Ramón Eduardo Ruiz Pesce